Aquí hablamos de conocimiento para concretar, pero realmente es de vida completa, lo que se dice estar o no con gracia santificante, con consecuencias no sólo en nuestro entendimiento sino también en nuestra voluntad y el sentir resultante.
Aquí vamos a hablar del conocimiento de temas morales, y ciertamente que para calcular un puente no basta con ser santo, hay que ser ingeniero. Pero es evidente que la santidad nos ayuda en cualquier tema.
Estas dos formas de conocimiento, la natural y la sobrenatural, se repiten en el cielo.
Dos órdenes quiere decir que no se puede pasar del inferior al superior por "acumulación": son esencialmente diferentes, pues uno es fruto de la voluntad personal y el otro fruto de la voluntad de Dios (que nos lo da o no).
Explicar cómo fue posible que el Santo cura de Ars, no dotado intelectualmente (nunca llegó a saber latín, que era la lengua en la que se escribía todo en su época), pudiera llegar a ser tan gran santo que, entre muchos de sus fabulosos dones, sabía con certeza quién estaba en el cielo.
Que Santa Teresa de Jesús supiera cuándo se encontraba con malos confesores, cuándo querían apartarle de la verdad que ella, de alguna manera "sentía", sabía, sin haber estudiado.
O como cuando algo (en una escala mucho menor y más cotidiana) "no nos suena bien", "nos huele mal", "nos rechina", lo diga quien lo diga y sin que seamos expertos en la materia.
el natural, a través del estudio y la experiencia (con nuestras solas fuerzas intelectuales, por nuestra voluntad).
el sobrenatural (que sólo podemos pedir a Dios estando en gracia). Son nuestras fuerzas intelectuales ayudadas por la gracia. La gracia es la que hace que nuestro conocimiento sea esencialmente diferente y superior. Igual que los más altos estudiosos de los plátanos si no los han comido, tienen una idea que es esencialmente diferente e inferior a probar un plátano.
(gracia: "participación física, formal, análoga y accidental de la naturaleza misma de Dios bajo su propia razón de deidad" Teología de la perfección cristiana, Royo Marín, p.84).
"Y Jesus les dice: ¿Y vosotros quién decís que soy yo?
Respondió Simon Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios el vivo.
Bienaventurado eres Simón hijo de Juan, porque no te lo reveló carne ni sangre (nuestras propias fuerzas o de otros), sino mi Padre, que está en los cielos.
(Bienaventurado porque este conocimiento lo has tenido por sola revelación de mi Padre celestial: no la carne, ni la sangre; esto es, no tus padres, ni algún otro hombre te lo ha enseñado ni persuadido, sino solo mi Padre el que te lo ha revelado). Mt 16,15.
Estudiamos los libros de Teología moral de Royo Marín, Ferreres, y ya está.
Esto es lo que le pasaba al santo cura de Ars(*) y lo que le salvó de que le expulsaran del seminario porque era incapaz de aprender latín: de alguna forma sabía contestar, resolver, los problemas morales más intricados que le planteaban sus superiores. A diferencia de otros santos (Santo Tomás de Aquino, San Francisco de Sales,...) él era de familia humilde y de pequeño tuvo que trabajar de pastor, que no es la mejor manera de prepararse para estudiar latín, ni para ser cura.
Santa Bernadette (la vidente de Lourdes), analfabeta con 14 años pero ya con esa edad dejó pasmados al alcalde, comisario de policía y gobernador por sus respuestas y comportamiento impecable cuando la interrogaron. El santo cura que tuvo de niña tampoco tiene apariencia de intelectual y transmitiera su "intelectualidad" a la santa. Padres analfabetos que nunca fueron a la escuela. Está claro que el cura y los padres son los mayores responsables de que santa Bernadette fuera digna de ser elegida por la Virgen para tan alta responsabilidad, y no por el camino del estudio, sino por el de la santidad, por los dones del Espíritu Santo que transforman en super-hombres (super- mujeres) a los que los poseen.
(Más que super-hombres son sencillamente hombres de verdad)
Ya haciendo de pastora parece que la vieron hacer milagros con el rebaño que cuidaba, pero nunca los usó para aligerar sus dificultades de la vida, cada vez mayores.
Por cierto, dicho santo cura no hizo caso a santa Bernadette las primeras veces que fue a contarle lo que le pasaba, pero cuando fue pasando el tiempo y conociendo más, y ante el riesgo de que los agentes del gobierno la encerraran en un manicomio, les dijo que "antes tendrían que pasar por encima de su cadáver".
Ídem los pastorcillos de Fátima.
Que vayamos por el primer camino porque siendo él "el señor de la mentira", y en estos tiempos dueño de casi todo el mundo, le es facilísimo engañarnos y llevarnos con él.
O quedarnos en un intelectualismo y, sintiéndonos ya santos, no se nos ocurra que estemos equivocados (y que tengamos una fe "muerta").
O que nuestro demoniete orgullo consiga convencernos de que vamos por el segundo (cuando realmente no es así, es pura presunción, pereza,...).
El libro El sentido del misterio, de Mons. Garrigou-Lagrange, tiene unas páginas (49 a 60) donde trata este tema. Están aquí en formato .odt.
El libro El Espíritu Santo y sus dones, del P. Royo Marín, en internet en PDF, habla de la connaturalidad al tratar el don de sabiduría (c. 14), También puede buscarse la palabra en el PDF. También habla de saborear (al estilo del ejemplo del plátano citado antes).
Este es un tema que me parece insuficientemente remarcado o explicado en los libros habituales. Quizá es que sólo he consultado tratados que por su naturaleza hablan de todo de forma bastante uniforme: no sólo los libros más conocidos de Royo Marín, sino incluso libros específicos de los dones (Tratado del E.S. de Gaume, Los dones del E. S. de Juan de S. Tomás). En cambio he encontrado que en libro citado sí que hace hincapié en él, hasta llamar al don de sabiduría "el don de los santos" (y poco instruidos, añade, probablemente refiriéndose a su paisano el santo Cura de Ars). Con él podemos entender la sabiduría de los santos o el sentido correcto de la frase "El corazón tiene razones que la razón no entiende" (que no es pro-sentimentalismo, sino que por entregar nuestro corazón a Dios él nos da sus dones que nos sirven para enjuiciar hasta las cosas más cotidianas: "El espiritual juzga todas las cosas" I Cor, 2, 15).
Cuando la Virgen escogió a Bernadette Subirous para aparecérsela y no al catedrático de teología de la universidad X parece confirmar la predilección de Dios por el conocimiento sobrenatural, mucho más profundo que el del estudio, como venimos diciendo:
"Gloria a tí, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has descubierto a los párvulos" Mt 11,25.
Con estas reflexiones no quiero rebajar la necesidad del estudio, igual que Santo Tomás también remarcaba la necesidad de estudiar (Sta. Bernadette, después de las apariciones, aprendió a leer y escribir y leía el Kempis y el Nuevo Testamento).
Manteniéndonos estrictamente en el orden natural
Apreciar lo que estudiamos evidentemente nos ayuda a aprender, pero hay un ejercicio de la imaginación que puede ayudarnos en algunos momentos, que es ponerse "en el pellejo del otro", incluso de cosas inanimadas. Así, ante por ejemplo la pregunta de si Adán y Eva comían carne, aparte de estudiar, podemos ponernos en su situación e intentar imaginarnos a Eva diciendo a Adán (o viceversa): "¿cómo te gusta más el cordero, poco asado o más asado?", y alcanzamos la respuesta sin haber estudiado teología ni haber leído el Génesis.
En el orden sobrenatural
Esta connaturalización, vivida habitualmente más o menos conscientemente se llama "la inhabitación trinitaria" (de la Stma. Trinidad) en nosotros.
Esta connaturalización, aún cuando es incipiente, nos sirve, por ejemplo:
- Para ver como profundamente repulsivas afirmaciones como las siguientes, ¡que son seguidas y creídas por mucha gente!:
"Dios quiere que se salven unos y que se pierdan otros"
"El varón justo debe conformar su voluntad a la divina hasta el punto de querer todo cuanto Dios quiere. Y puesto que de algún modo Dios ha querido que pecara, no deberá querer no haber cometido el pecado. Tal es la verdadera penitencia"
- Para ver como evidente que:
"ni el mismo profeta, al recibir el soplo profético, puede siempre discernir si la luz que ilumina su espíritu es de Dios o se basa en la razón natural". El sentido del misterio. Garrigou-Lagrange, p. 240.
y así en ningún momento creernos con 100% de certeza "inspirados por el E.S.", ni "canalizar" a los ángeles ni la Virgen, etc. (si es un trastorno psiquiátrico se llama mesianismo).
- Para tener deseo de amar (porque Dios es amor inteligente en acción).
- Y todos los frutos del E.S., por ejemplo el discernimiento de espíritus (el que es gracia, no industria), explicado en Discernimiento de los espíritus, de Gemelli, donde también usa el término sabor, interno sabor, haya gustado, que hablábamos antes.
El sentir (consecuencia de lo que pensamos y queremos), en la vida terrena es "la piedra de toque" para saber si lo que sabemos y decimos está sólo en la mente pero no vivimos conforme a ello, o si realmente hemos unido la voluntad al entendimiento y vivimos conforme a esa verdad, y entonces viene el sentimiento.
El que nos dice "no tengo miedo" temblando, su cuerpo nos está diciendo la verdad profunda. O todo el lenguaje no verbal, que dice lo mismo: lo que vale es lo que dice el cuerpo.
Los santos, cuando levitan o tienen estigmas, es la confirmación, consecuencia de su santidad, transposición corporal de lo que sienten en el alma. Levitar o tener estigmas por sí mismo no es señal de santidad, pues también puede levitarse por acción del Demonio.
En el tema médico, hay una forma de entender la salud y la enfermedad que habla del origen emocional de las enfermedades. En este enfoque no importa lo que le pasa a la gente, sino cómo se lo toma, y en base a ello le sale una enfermedad, otra o ninguna. En ese enfoque lo que diga o piense el paciente no sirve para nada, lo que realmente provoca la enfermedad o su curación es lo que siente de verdad, con el corazón, las tripas o como lo queramos decir. Así, si mientras tenemos un cáncer de páncreas decimos "ya no tengo litigio con tal persona, lo tengo superado" y seguimos con el cáncer de páncreas, pues es que no nos lo creemos de verdad, por dentro seguimos intentando recuperar nuestra parte en litigio.
También sucedió con S. Teresa:
"se da a veces el caso de un alma sencilla e ignorante, que carece en absoluto de conocimientos teológicos adquiridos por el estudio, y que, sin embargo, posee, por el don de sabiduría, un conocimiento profundísimo de las cosas divinas que pasma y maravilla a los más eminentes teólogos, como ocurrió con Santa Teresa y otras muchas almas que no tenían «letras», o sea estudio científico ninguno." El Espíritu Santo y sus dones, p. 194.
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