Ha veces que podemos estar como los peces, tan acostumbrados a nuestro entorno que no nos damos cuenta de que es agua y que hay otros entornos (aire, tierra).
Como creyentes puede pasarnos lo mismo: estar tan acostumbrados a vivir así que no somos conscientes de cómo vivimos, y de que hay otros modos de vida. O ser conscientes de ello pero sin comprender claramente los otros modos de vida. Vamos a ver aquí los rasgos principales de esos otros modos de vida para que nos sirvan a ser más conscientes del nuestro.
Esto lo podemos hacer nosotros, entre otros motivos porque quizá hemos vivido de los otros modos. Además, S. Pablo decía:
"el hombre animal* no percibe aquellas cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son una locura, y no las puede entender, por cuanto se juzgan espiritualmente**." 1 Corintios 2:14
(* Que sólo se gobierna por las luces que le da la razón natural, y que no es ilustrado del Espíritu de Dios. **Helenismo. Se han de examinar y entender por la luz que viene de la fe y de la revelación, según las reglas y los principios del Espíritu de Dios) Comentario de los Santos Padres.
Y así vemos diferentes modos de vida:
Los que viven sin pensar en Dios en absoluto, como si Dios no existiera para ellos.
Los que creen que "tienen valores", que creen que "con ser buena persona es suficiente", no sienten necesidad de la religión, se toman las dificultades con resignación, como algo inevitable, no se les ocurre que haya otra forma de vivir y tampoco ven modelos de personas que les inciten a imitarlos.
Los que viven y realizan algunas prácticas religiosas principalmente por presiones externas: por seguir la tradición de sus mayores, por no disentir de sus amistades, vecinos. Consideran a Dios como una pequeña molestia que hay que soportar. Se acuerdan de Dios sólo esporádicamente.
Los que viven holgadamente, que no se privan de ningún placer en esta vida, y que ven beneficios materiales en las prácticas religiosas: se encuentran con sus amistades, hacen negocios, tocan la guitarra, cantan,... No quieren conocer a Dios: están encantados de que el Dios que se predica en sus iglesias sea un dios perfectamente cómodo: que perdona todo y no obliga a nada.
Y estamos los creyentes que intentamos parecernos lo más posible a Jesucristo, a la Virgen, a Dios (sin olvidar que hay cosas que por nuestra situación no podemos hacer: como irritarnos o saber con certeza la voluntad de Dios). Y para ello intentamos:
conocerle cada vez mejor (estudiando) y
llevar a la práctica cada vez más lo aprendido (que nos obliga a cambiar nuestro funcionamiento interno y las acciones externas).
Esto es lo que la religión llama:
"tener fe",
y cumplir que sea una "fe viva".
"Porque así como el cuerpo sin el espíritu es muerto, así también la fe sin obras es muerta." Santiago 2,26.
Porque, aunque Dios nos condenó a pasar dificultades, enfermar y morir por el Pecado Original, y todo castigo que viene de Dios es evidentemente educativo, bueno, no es suficiente, porque siempre queda nuestra libertad, nuestra libertad de rechazar a Dios.
Y aunque toda la creación nos habla de que hay alguien que la ha producido, podemos no escuchar sus palabras estando continuamente distraídos con nuestros asuntos. Nada nos obliga a pensar en Dios.
Y en vez de recurrir a Dios para aprender cómo es la realidad, para resolver nuestras dificultades materiales o mentales, pues acudimos a otras fuentes, recursos.
En cambio a los creyentes nos sirve (sólo citando los beneficios en esta vida), para entender las fuerzas principales que rigen el mundo, para entender la historia y cómo hemos llegado a esta situación y su probable evolución, y para que nuestras acciones y nuestro estado mental sean mejores, con lo que el resultado es una vida muy gozosa.
Porque es posible el placer en el alma con el dolor en el cuerpo, como el excursionista que lleva a cuestas hasta un puesto de socorro a un compañero herido. Todos los santos confiesan que en su vida ya tenían un anticipo del cielo. Que sufriendo por servir a Dios era su mayor gozo y no querían vivir de otra manera ("o sufrir -por servirte a Ti- o morir")
Todo esto es lo que se pierde la gente que vive de otra forma.
Más o menos claramente, con acciones u omisiones, los creyentes fervorosos somos perseguidos, discriminados, censurados, silenciados. Como dice la Biblia:
"Y todos los que quieren vivir piamente en Jesucristo padecerán* persecución"
(* O de los enemigos declarados de la religión o de los malos cristianos, o de las pasiones y concupiscencia que habita en nosotros. S. Agustín. Es como carácter de la verdadera religión, el ser perseguida de los impíos.) 2 Timoteo 3,12.
Aunque no nos faltan consolaciones:
"Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia*, porque de ellos es el reino de los cielos." Mateo 5,10.
(* Por causa de justicia, o por defender la justicia. La perfección consiste no solamente en padecer, sino en padecer injustamente, y por el nombre de Jesucristo; y en que cuando se nos persigue de este modo, suframos no solo con paciencia, sino con alegría...)
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