(Tema no muy reflexionado ni experimentado. El lector tome lo que le sirva).
A enfermos con los que no se puede establecer mucha comunicación oral, aunque también a los que sí. También a bebés.
Hablamos de dar la mano, tocar, acariciar con nuestra mano la suya (o las dos manos).
No estamos hablando de acariciarle la cara, o la cabeza, o el hombro, o la barriguita,...
Hay varias formas de establecer relación entre dos manos: más o menos de igual a igual, o una que toca y la otra que es tocada, agarrada, acariciada (una activa y la otra pasiva).
Es por tanto, como dialogar con la otra persona. Cuando dialogamos tanto hacemos algo activo (hablamos), como pasivo (escuchamos).
La otra persona puede necesitar más hablar que escuchar, aunque siempre es conveniente algo de alternancia en los papeles:
Un bebé necesitará más hablar, pues ya él todo es una esponja que absorbe por todos lados. Para desarrollarse necesita hablar con sus manos y agarrarnos la nuestra.
Un anciano, por su poca energía, nos tenderá a agarrar poco, pero no nada.
Pues, evidentemente, que hay un dialogo muy directo entre los dos donde es más difícil engañar al otro. Cuando nos damos la mano formalmente transmitimos menos porque es un momento y podemos (intentar, en parte) fingir, pero cuando hay un contacto prolongado, pues el otro se da cuenta de lo que sentimos sin pronunciar ninguna palabra.
Evidentemente, si estamos “mal”, no es el mejor momento de tomarle la mano a nuestra madre enferma.
Observemos la posición de sus manos al entrar al visitarle y al salir. Igual vemos que al entrar las tiene cerradas, tensas, y al salir las tiene relajadas.
El que mueve los pies quizá mueve el corazón, pero parece claro que el que mueve las manos, mueve la cabeza:
“tener manos es algo debido al hombre por tener alma racional” (Suma I, q.21, a.4)
Santa Teresa recomendaba a sus religiosas (Constituciones 6,8): «Es cosa importantísima» (Cta.76-12K, 9); «ponga mucho en los ejercicios de manos, que importa infinitísimo» (76-9L, 10).
Jesucristo pasó casi toda su vida en un trabajo manual: de carpintero.
Una forma de ayudar a que los dementes pierdan menos rápidamente el sentido es mantenerles activos manualmente (ojo, los dientes como causa frecuente de demencias).
Dicen que los científicos actuales también han comprobado la relación entre el ejercicio de las manos y las facultades mentales.
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