(Sentido de estas palabras en los libros de religión, como Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana, de Juan de Santo Tomás, con una parte del mismo aquí. Lo que sigue es un breve resumen de dicha parte con aportaciones de un servidor.) No están aquí reseñados los estados que son fenómenos extraordinarios, gracias especiales de Dios ("gracias gratis dadas"); sobre ellos puede leerse en el libro citado o en el Tratado de la Perfección Cristiana del P. Royo Marín, por ejemplo. En el libro citado, el P. Reigada no sólo expone la teoría, sino los casos vistos por él mismo. A lo que él dice puedo añadir que tengo referencias de levitación y bilocación por ayuda del Demonio, y que vivir sin comer es un fenómeno probado completamente natural.
Meditamos cuando discurrimos sobre algo, sacamos consecuencias, aplicaciones prácticas,... cuando usamos nuestra inteligencia normalmente. Cualquiera puede meditar sobre lo que quiera (cosas de religión o no). Podemos meditar mientras estudiamos algo (nuevo) o sobre nuestros asuntos cotidianos. Es una experiencia intelectual.
La RAE asigna a "meditar" el sentido explicado. Actualmente se usa para muchas cosas diferentes. Por ejemplo, se usa para nombrar el estar consciente, relajadamente atento a lo que nos pasa por la cabeza, pero intentando no seguir ningún pensamiento; también se usa en vez de la palabra "hipnosis", y dicen "meditación guiada".
"las meditaciones no se han de emplear sino en cuanto sean menester como leña para encender o conservar el fuego del amor divino y de modo que nunca lo apaguen".
Oración es hablar con Dios, es contarle lo que nos pasa y escuchar lo que nos responde, es pedirle, es darle gracias, etc. No es discurrir, aunque podamos discurrir en algún momento, como parte del diálogo igual que, mientras hablamos con alguien, nos dice algo que nos hace reflexionar, pero no es su esencia. Cualquiera puede orar cuando quiera. Es una experiencia anímica completa (intelectual y de la voluntad, amorosa). Podemos rezar con la mente unida a la voz o sólo con la mente. Podemos hacer un rezo improvisado, libre, o rezos fijos (Paternoster, Ave, Rosario,...).
(Aquí nos referimos a la que se alcanza en el último grado de perfección humana. En los anteriores la contemplación incluye imágenes o locuciones, en éste nada de eso)
S. Teresa lo explica en este artículo (es un capítulo de Las Moradas. Muy interesante el comentario tras él, donde explica esto: que en la contemplación no hay imágenes ni sonidos pero sí certeza absoluta de la compañía de Jesucristo).
Don del Espíritu Santo que se lo da a quien quiere y cuando quiere, que sólo podemos predisponernos a recibirlo, pero no recibirlo efectivamente. Es como que podemos poner las manos en forma de cuenco por si llueve recoger el agua, pero no podemos hacer llover.
Nos predisponemos con una vida muy santa.
Consiste en una "visión de la verdad sobrenatural, simple, amorosa y prolongada". Simple quiere decir que no requiere esfuerzo, igual que ver con los ojos. Amorosa quiere decir que es una visión intelectual pero que se produce al tiempo que amamos (a Dios). Prolongada es que dura más que instante o unos segundos. Evidentemente es un experiencia que llena de gozo.
Mientras se contempla no se razona, ni enjuicia, sólo se "ve" (pero no con ojos, no tenemos ni visiones ni oímos nada: "vemos" como ahora "vemos" que es cierto que 2 más 2 son 4).
Es una experiencia vital completa (vemos intelectualmente, amamos con la voluntad, gozamos con alma y cuerpo). Es lo más parecido a como estaremos en el cielo, gozando de la visión beatífica (de Dios).
Cuando hacemos cosas que nos gustan mucho es algo parecido (salvando la gran distancia), pues estamos con los cinco sentidos en ello, y gozando anímica y corporalmente. A menudo no vivimos así, vivimos "despedazados": vamos sabiendo que lo bueno es algo, pero queriendo otra cosa ¡y haciendo otra distinta! Sabemos que hemos de comer verdurita, pero queremos comer chucherías y estamos comiendo un bocadillo de chorizo.
La contemplación no es una gracia "gratis data" ni fenómeno extraordinario, que pueden tener hasta los gentiles; a ella estamos llamados todos, otra cosa es que seamos tibios y nos neguemos a predisponernos a ella. (Evidentemente, no es algo a buscar directa, conscientemente).
Los éxtasis se producen cuando no somos capaces de asimilar la experiencia religiosa (contemplación) que experimentamos. Es decir, son "arrebatos", "trastornos", no son el estado más deseable (y perfecto), que es el "matrimonio espiritual", en el que gozamos del mayor grado de contemplación de forma más "tranquila". Ver más en Teología de la Perfección Cristiana, del P. Royo Marín.
Estados que nos pueden resultar muy agradables, pero que, si por ellos no sacamos más que puro placer (de los sentidos o emocional), no son beneficiosos. Evidentemente, otra cosa es que estos estados nos sirvan de consuelo o de acicate para nuestra fe, pero los consuelos en general, son considerados más un freno y riesgo que ayuda.
Y hay estados en los que incluso no hay gozo, sino tedio o ausencia.
Mirar una estampa, una escultura del crucificado, de la Virgen,... incluso haciéndonos estremecer, llorar. Si no pasamos de ahí a algo con consecuencias prácticas, eso podemos llamarlo como queramos (contemplación estética, emocional, sensibilidad,...) pero no es el estado de contemplación cristiana (de los santos).
Ídem cuando contemplamos gratamente una celebración con bella liturgia, gran coro, etc. Podemos acabar impresionados hasta las lágrimas, pero eso tampoco es contemplación cristiana.
Esta contemplación es realmente "posesión", pues dejamos de ejercitar nuestras facultades mentales y somos como "absorbidos" por lo visto, de forma que luego no somos capaces de recordar y explicar lo visto (oído o sentido), y sólo somos capaces de decir que "era maravilloso". Esto nos ocurre con lo que atrae fuertemente nuestra sensibilidad: ya sea una persona, un plato, una canción, un paisaje,... o una película.
No se da esta "absorción" cuando, a la vez de apreciamos lo que percibimos, nos fijamos en sus detalles: identificamos los ingredientes de un plato y cómo ha sido preparado; somos conscientes de la letra, melodía de una canción, acompañamiento; nos fijamos en la forma y color del cabello de alguien, cómo son sus ojos, cara,...
Cuando en ver de mirar realmente una estampa, una escultura del crucificado, de la Virgen,... nos lo imaginamos. Aplica lo dicho de la contemplación visual.
Breve experiencia en la que repasamos algo que acabamos de descubrir intelectualmente, pensando, razonando sobre un tema. Sólo dura brevemente como cualquier otro pensamiento que consideramos. Involuntariamente podemos estar obsesionados por una idea, pero voluntariamente, no tiene sentido mantenernos en una idea que hemos descubierto, es perder el tiempo. Pasamos a sacarle conclusiones y beneficios, pero no a gozar de ella en sí, porque con ideas no llenamos el estómago.
Aunque el tema investigado y descubierto sea de religión, no tiene nada que ver con la contemplación de los santos.
La contemplación visual, imaginaria o intelectual pueden tenerla hasta herejes y paganos, sólo impresionados por lo que ven, imaginan o piensan, pero rechazando algún dogma (los herejes), o todos (los paganos). Es decir, ni siquiera indica que el que la practica es creyente.
El desarrollo del creyente desde que es bautizado hasta la mayor santidad, consiste en el desarrollo de las virtudes y dones del E.S.
No tiene nada que ver, pues, con el acúmulo de experiencias del tipo contemplación visual, imaginaria o intelectual que tenga la persona; más bien al revés, su demonio orgullo intentará que por tener esas experiencias avanza en la santidad.
La santidad no tiene una correlación automática con el grado de conocimientos teológicos que se tengan, pero se peca gravemente si no se conocen los conceptos principales (quienes somos, qué hacemos aquí, cuáles son nuestras obligaciones).
En cada instante sólo podemos dirigir, usar la atención en una cosa, pero podemos cambiar el foco de atención rápidamente: es lo que hacemos cuando caminamos y hablamos.
Hay muchas actividades que, por su naturaleza lenta, no requieren esta agilidad; pero hay otras "rápidas" en que es imprescindible: vendedor, deportes con contrario ejecutados no como diversión, maestro de niños,... Por ello estas actividades son estresantes, cansan, y dejan a la gente con la mente agotada.
Esta gente cansada o la gente ociosa, se cree descansar viendo la televisión o un vídeo. Grave error, pues ese descanso, es entrega de nuestra mente (y de rebote el cuerpo) para que la lleven por las ideas, emociones, que le plazcan a otro.
Henry Ford decía que pensar es muy cansado (y por eso la gente no piensa), lo cual es bien cierto. Por ello mucha gente vive en gran parte con su mente continuamente "dando tumbos", "entregada", "poseída" por una cosa, luego por otra,... sin ningún control, sin ser capaces de pararse a pensar sobre cómo funcionan, a reflexionar. Quizá porque ni saben que existe esa posibilidad: la posibilidad de mirarnos como miramos a otros.
Quizá el movimiento de los derviches se lo inventara alguien que tenía esa capacidad y que estaba rodeado de gente que no la tenía. ¿Cómo explicárselo? Pues haciéndola girar. Al girar no podemos ir fijando la vista en ningún objeto, pues si lo hacemos acabaremos mareados, cayéndonos o con la capacidad de girar el cuello completamente hacia atrás, como las aves. Al no fijar la vista en ningún objeto y seguir vivos y despiertos, necesariamente hemos de darnos cuenta de ello, de nuestra respiración, de que tenemos una vida independiente del mundo que gira alrededor nuestro: que podemos reflexionar. (Esto es lo que la religión llama "examen de conciencia", que es la primera parte de la penitencia).
Hay músicos a quienes les pasa lo contrario: que les cuesta mucho oír música dejándose llevar como alguien que no sabe música, y no ver cómo está hecha.
El estado normal debería ser, tanto en cuanto podamos, de autocontrol, manteniendo la atención tanto en el mundo exterior como en lo que nos ocurre dentro. Como explico al final del breve vídeo "Cómo funcionamos": actuando y controlando a la vez.
Para eso sirve la capucha de los monjes, o el velo de las mujeres: para limitar la cantidad de mundo que vemos. Y la mirada. Algunos entrenadores espirituales recomiendan mantener la mirada dirigida a 2 metros frente a nosotros, y, con el tiempo, ir levantándola e ir así, abriéndola a toda la realidad.
Quizá esta atención más o menos dividida, pero siempre algo dividida, es lo que algún instructor espiritual llamaba "la segunda atención".
Nuestra atención, nuestra energía mental, es un bien muy precioso para gastarlo "alegremente".
Benditas monjas que sufren persecución en España (junio 2024) por seguir a Dios. |
En España se puede comprar agua de mar en casi cualquier dietética (por ejemplo, esta), en farmacias (más cara), y en algunos supermercados como éste. O en esta panadería ecológica que hace el pan con agua de mar y también la vende. |
Rezar el Rosario (mejor en latín) es el último y único recurso que nos queda.
Copyright, aviso legal y ciberseguridad