Un trauma es una "herida" en el alma sin cerrar. Y, como una herida corporal sin cerrar, cicatrizar, cada vez que nos la tocan, damos un salto, un respingo, gritamos,...
Como en el cuerpo, en el alma se produce una "herida" cuando una vivencia sobrepasa su capacidad de soportarla, manejarla, gestionarla:
cuando en el cuerpo rozamos la piel con algo que sobrepasa su capacidad de resistencia, nos hacemos una rozadura o un corte, dependiendo que sea lo afilado con lo que nos la rocemos.
cuando nos pasa en el alma algo que no sabemos que hacer con ello, que "nos rompe los esquemas" de forma desagradable, entonces se queda ahí como "asignatura sin aprobar".
Según lo que hablamos en el artículo del subconsciente, un trauma es un tipo de hábito por una experiencia o varias que nos provocan una gran emoción desagradable.
A la Sra. A, de pequeña, su papá, siempre que ella se ponía a hacer patatas fritas, y sin más explicación, la insultaba.
De muy pequeños creemos que papá y mamá son Dios, porque de ellos dependemos totalmente (como de Dios), porque ellos nos dan todo (como Dios), nos proporcionan todo bien.
Si luego ocurre algo contradictorio con esto nos provoca un gran shock, no sabemos "manejarlo", porque aquello que creíamos cierto (que Dios es bueno) resulta que no lo es (recordemos que para que el niño pequeño sólo existe el presente).
Así nos queda:
Una contradicción dentro (Dios es bueno / Dios es malo)
Unas circunstancias: "cada vez que me pongo a hacer patatas fritas" (técnicamente se llaman "raíles"). (Son las percepciones que tenemos asociadas a esa emoción negativa, que hablamos donde el subconsciente).
Y así se queda la Sra. A:
Cada vez que algo o alguien le habla de "patatas fritas", se acuerda de aquél trauma. Son "raíles" porque ellos nos llevan al sitio ese, como la vía del tren va a un sitio.
Y raíl pueden ser cualquier circunstancia o varias de ellas: "patatas fritas", la cocina, el papá, la infancia, el cocinar, el color del delantal de cocina,...
En el caso de la Sra. A, debe darse cuenta de que su papá era santo (con pecados no graves) pero no santísimo (sin pecado), por lo que, a pesar de que la quería muchísimo él no era Dios (ni nuestra santísima madre la Virgen) y tenía sus defectillos, pecadillos. O quizá no eran pecadillos, sino que llegaba derrengado a casa después de trabajar y, cuando le hacíamos unas patatas fritas mal (porque no sabíamos), pues sólo tenía energía para insultarnos y no para enseñarnos a cocinarlas bien.
Pero este convencimiento mental a veces no es suficiente, sobre todo si ha pasado tiempo y por ello hemos grabado malos hábitos en nuestro interior. En este otro artículo hablamos específicamente del tratamiento.
Como que creo que la mayoría de traumas tienen que ver con los padres, ya mayorcitos guardarles rencor por ello, me parece que todos vemos que es un grave error. Porque gracias a ellos estamos es esta alucinantemente maravillosa vida, y porque ellos no eran Dios: hicieron lo que pudieron, quisieron, supieron; igual que nosotros con nuestros hijos.
Si hicieron algo mal, darán explicaciones cuando Dios les juzgue, y aunque nos dañaran a nosotros y merezcamos en justicia una compensación, si no la recibimos, no podemos quedarnos toda la vida quejándonos (¡victimismo!), ni menos perjudicarnos por algo que ellos hicieron mal. "Poniéndonos malos" cada vez que vemos en la carta del restaurante "patatas fritas".
"el que ama a su padre y su madre tendrá larga vida en la tierra y luego en el cielo" Eclesiástico 3,6
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