Hay cosas más importantes que los milagros: la vuelta a Dios de un alma pecadora.
Índice:
Por ser dios y no una criatura, es el único que:
crea de la nada,
puede hacer todo, incluso cosas sobrenaturales (que incumplan las leyes naturales), como: resucitar muertos, hacer cambios instantáneos (mover cosas de un sitio a otro, curar heridas), o que un cuerpo (material) pueda atravesar otro.
Una clase de criaturas. Mucho más poderosos e inteligentes que los hombres pero sin cuerpo (espíritus puros). Todos fueron creados buenos por Dios, pero un tercio, liderados por el Diablo (Lucifer, Satanás, Demonio), desobedecieron a Dios: son los diablos o demonios. Todo, en el mundo material, tiene un ángel detrás que lo causa. Los ángeles buenos sólo obran obedeciendo a Dios y los malos, al Diablo. A pesar de superarnos en poder e inteligencia, sólo el hombre está hecho a imagen de Dios y somos Hijos de Dios (los bautizados), por lo que tenemos participación real en la divinidad de Dios (si en gracia), podemos hacer sacrificios infinitos a Dios (la misa),...
Aquél que es propio realizar a cada ser. Por ejemplo: crecer de las plantas, ladrar de los perros, pensar de los hombres, inteligencia intuitiva en los ángeles.
Hecho natural incompatible con las leyes de la naturaleza (con causa sobrenatural, que proviene de Dios).
Hecho natural conforme a las leyes naturales, pero realizado por intervención divina (por ejemplo, una conversión).
Como cualquiera, por ser una criatura:
puede hacer todo lo que le permite su naturaleza (en su caso, angélica), y eso es mucho: puede producir cualquier fenómeno natural, en nuestro cuerpo o fuera, percepciones incluidas. Ver cita textual al final.
sólo puede hacer lo que Dios le permite,
y no puede hacer nada contra las leyes naturales (por ejemplo, que un cuerpo material atraviese otro). Pero como es “el señor de la mentira”, puede hacer cosas que parezcan las de Dios sin serlo, como, por ejemplo: resucitar gente aparentemente muerta, trasladar cosas muy rápido, curar heridas rápido, pero no instantáneamente, afectar nuestro cuerpo y sentidos, haciéndonos ver y oír cosas, o dejarlas de percibir, sentir suavidades, buenos olores, ardores de corazón, resplandores en el cuerpo, falsos éxtasis, desmayos, estigmas, marcas, enfermedades que pueden curar instantáneamente cuando deja de ejercer su influencia dañina. Producir levitaciones, evitar combustiones,...
El Demonio no conoce nuestros pensamientos ni el futuro (aunque puede suponerlo por nuestros actos mucho mejor que el mejor psicólogo). Por eso tentó a Jesucristo en el desierto, para intentar saber si era el Hijo de Dios, porque no leía su pensamiento.
El Demonio tampoco puede forzar nuestra voluntad. Si no queremos, nunca estamos obligados a aceptar lo que nos propone. Tampoco Dios.
Que alguien sea el beneficiario de un milagro no indica nada sobre su santidad. S. Pablo, cuando una intervención divina directa le derribó del caballo era un perseguidor de Dios. Tampoco le sirve al sujeto el milagro (por sí mismo) para su salvación o ganar méritos para el cielo. Si es una curación milagrosa y eso le incrementa su fe, pues bien; pero esto no necesariamente es así; y hay veces que un accidente o enfermedad graves son los que despiertan o refuerzan la fe del sujeto.
Ante un hecho extraordinario hemos de conocer algunos detalles para calificarlo bien. Algunos factores a tener en cuenta:
- sincronicidad,
- instantaneidad,
- grado de conocimiento del sujeto sobre lo hecho por otros,
- grado de neutralidad de los testigos,
- credibilidad del que lo cuenta, etc.
Parte de estos factores son los comunes para dar por cierto (en mayor o menor grado) un hecho, que es la materia de la filosofía y sencillamente explicada en la obra del padre J. Balmes de la bibliografía. Otra parte son los factores específicos para valorar hechos extraordinarios.
En particular:
Que hayamos rezado por la curación de un enfermo y se haya curado, no quiere decir, por sí solo, que sea un milagro, por muy santo que sea quien ha rezado por él (es más poderoso el ruego de la Virgen, los santos del cielo, santos en la tierra, que el rezo de un pecador).
Toda curación de un enfermo (por muy desahuciado que estuviera), por sí sola, no es un milagro (debe ser instantánea).
Los fenómenos extraordinarios son, a veces, fuente de pecado. Por eso Jesucristo no les daba importancia, y todos los santos nos recomiendan no hacer caso, no dar ninguna importancia a todos los fenómenos extraordinarios “bellos” que nos puedan ocurrir.
No debemos darles importancia:
Porque nunca estamos seguros al 100% de su origen (excepto que hayan sido proclamados por la Iglesia como tales por el papa -cosa ya imposible desde 1958, porque no hay papas verdaderos).
Porque pueden haber sido producidos por causas naturales todavía no conocidas pero conocibles en el futuro.
Nos sirven para saber, por ejemplo, que ciertos cánceres (pecho, colon,...), o “enfermedades” (tuberculosis, gripe, neumonía,...), son sólo síntomas de la fase de curación que, cuando acaba, desaparecen por las leyes puramente naturales que él descubrió. Es decir, no es ningún milagro que una mujer se cure, sin recibir ningún tratamiento, de un cáncer de seno, de pecho.
Saneando la boca de sus pacientes (era dentista), algunos se curaban en segundos de sus dolencias. La Terapia Neural explica cómo, aunque no se sabe el por qué.
Por Hamer sabemos lo importantes que son, tanto para enfermar, cuanto para curar y para no recaer en la enfermedad. Y por la psicología sabemos el poder de la sugestión.
Es evidente que con un paciente se han de usar los mejores remedios materiales e inmateriales a nuestro alcance.
Usar remedios materiales para disminuir la intensidad de sus síntomas de curación (en los casos que pone en riesgo la vida del enfermo), como broncodilatadores en caso de que se esté asfixiando por la mucosidad en los bronquios (aunque ésta forma parte de los síntomas de la fase de curación).
Y usar remedios inmateriales (psicológicos o espirituales -oración) para ayudarle a avanzar hacia la curación y para que no recaiga.
Los tres primeros han sido recibidos oralmente por un servidor de un diácono con mayor o menor implicación en los hechos. Estos hechos no los cuenta por propia iniciativa, sino por obediencia a su sacerdote. El tercer caso no lo contó públicamente, aunque para un servidor es el más importante.
Cuarto caso recibido de otra persona a la que el sujeto de la acción se lo contó. Dicho sujeto no se lo había contado antes ni a sus colaboradores inmediatos.
El hermano del testigo se encuentra en el hospital con el corazón parado, viviendo por las máquinas. Le dicen al testigo que a las 23h (de aquel día miércoles) desconectarán a su hermano porque no hay esperanza de recuperación. Y que vuelva al día siguiente con los papeles para el entierro. Se va a casa resignado, prepara los papeles y vuelve al día siguiente al hospital, donde le dicen que el día anterior, hacia las 19h 15m, el corazón volvió a latir normalmente, por lo que procedieron a desenchufarle de las máquinas y que ya tenía buen color. Luego le dijeron que el padre M., había puesto un papel con el nombre de su hermano bajo el copón, pidiendo además en la misa por la curación de su hermano. Coincidió en el tiempo el momento de la consagración con la vuelta a latir del corazón de su hermano.
El diácono estaba en un hospital desahuciado por los médicos porque tenía un montón de cosas mal: “Tiene Ud. mal esto, esto y lo otro. Le quedan unas horas o algún día. ¿Qué prefiere, quedarse aquí o irse a casa? No hay nada que hacer”. Prefirió irse a casa. Antes de irse, en el hospital, sintió como un gran calor que le subió desde los pies hasta la cabeza. Le llevaron a su casa y allí preparó su mini-testamento y, cuando acabó los asuntos terrenos le dijo a Dios: “Ya estoy preparado, cuando quieras, llévame contigo”. Pasaron dos meses y seguía vivo, cuando le dijeron: “cuando tu estabas en el hospital, un día todo un convento de monjas estuvo rezando por ti”. (No sabemos si rezaron por él más días. Dios mediante se publicarán sus memorias donde se detallarán mucho mejor estos hechos).
El padre de dicho diácono (que no era una persona muy instruida), quemó iglesias en la guerra de 1936 en España, era profundamente anti-Dios. Su madre menos pero tampoco creyente practicante. A él le crió hasta los 9 años su abuela, creyente, porque su padre estuvo preso (sólo) 3 años después de la guerra. Él iba cada año a Lourdes a acompañar enfermos. Un día le pidió (de una forma bastante imperativa) a la Virgen “que le devolviera a su madre” (que su madre volviera a Dios). Eran tiempos sin teléfono móvil. Cuando volvió a casa, con sus padres, su madre le dijo que el año próximo le acompañaría a Lourdes. Él, sorprendido de ese cambio de opinión, se lo comentó a su padre, el cual le dijo que su madre le explicara lo que le había pasado. Ella le dijo que le había visto a él (el diácono en Lourdes), vestido de fraile, haciéndole gestos con los brazos y manos para que fuera hacia él. Luego ella se dio cuenta que debía ser una visión porque él no estaba en casa, estaba en Lourdes de viaje. Preguntando a su madre el momento exacto en que tuvo esa visión, comprobó que coincidía con el momento en que él estaba pidiendo a la Virgen por su madre.
(Quizá es un caso de bilocación, en que una persona parece estar presente en dos sitios a la vez. Hay alguna santa famosa por estas bilocaciones, en que, sin dejar su convento en España, parece que estuvo a la vez en Norteamérica evangelizando unos indios, de forma que cuando llegaron allí los primeros franciscanos, se toparon con la sorpresa de que aquellos indios ya estaban evangelizados por una “dama de azul” que se les aparecía. Un servidor tiene noticia de bilocaciones en Méjico -probablemente usando los poderes del Diablo-, y de un caso bastante conocido en Italia).
Cuando faltó su madre, su padre se fue a vivir con él. Un día le pidió acompañarle a misa (pues él ayudaba en misas). Allí, tuvo una conversación con el cura y después le dijo a su hijo que se sentía feliz como nunca. (El hijo no sabe de qué habló con el cura, pero parece evidente que de su salvación). Murió reconciliado con el Dios cuyas iglesias quemó.
Un señor dice que recibió un rayo, en una medalla que llevaba al cuello, que por ello cayó al suelo y le llevaron corriendo al hospital. Actualmente, bajo el cuello de la camisa se ve en todo el contorno del cuello una linea marcada, como tatuada, que es la marca de la cadena de donde colgaba la medalla, marca producida al calentarse por el impacto del rayo. El rayo además le afectó una parte de la cabeza y se quedó medio sordo (pero vivo).
Una persona iba a robar la imagen de la Virgen de una ermita. Envía a su compinche a hacerlo mientras él se queda vigilando en los alrededores. Cuando el compinche se acerca a la puerta, escucha un gran ruido de sillas y bancos, como si alguien las estuviese tirando dentro. Entra y ve que todas las sillas y bancos de la ermita están amontonados delante de la figura de la Virgen. Imposible acercarse a ella sin perder mucho tiempo retirando todos los bancos.
Muchas veces los médicos se equivocan en grado sumo, no en detalles o por aproximación, por lo que las curaciones, por sí solas, no indican nada.
Muchas veces, mucha gente reza por alguien sin alcanzar el resultado pedido.
Bilocaciones y curaciones extraordinarias pueden ser obra de Dios o del Diablo. El Diablo puede aparecer disfrazado de la Virgen, Jesucristo, los santos, etc.
Es más difícil volver a Dios a quien tiene fuertes lazos con el pecado (por ejemplo, aquel que vive gracias a unas tierras que robó y que debería devolver para reconciliarse con Dios). Es más fácil volver a Dios a alguien que, como el padre del diácono, cometió unos errores en una época dada pero que pagó por ellos y no vive de ellos (no sigue cobrando del partido que organizó aquellos hechos).
Las obras que nos llevan a Dios (de forma clara, durante el resto de nuestra vida), provienen probablemente de Dios, y las que no, del Diablo (incluso aunque vengan disfrazadas de bien, como una curación, pues a veces sólo nos curamos para seguir pecando o pecar más gravemente).
Creo que los tres primeros casos:
por la sincronicidad de los hechos,
por ser hechos claros, rotundos, instantáneos y perfectos (no leves mejorías o paulatinas),
por ser llevar a los sujetos de los hechos a Dios o confirmarles en la fe y mantenerlos en una fe productiva muchos años,
fueron obra directa de Dios. La Iglesia no puede poner a las conversiones de sus padres la etiqueta de “milagros”, porque esa etiqueta está reservada a los hechos que sobrepasan las leyes terrenas, y una conversión es algo al alcance de cualquier pecador; pero, para Dios son más valiosas, importantes, que los milagros puramente materiales, pues Él desea sobre todo la salvación de nuestras almas. A pesar de que la conversión es lo que Dios quiere, no puede obtenerla si el pecador no quiere (Dios aceptando la voluntad de una de sus criaturas: misterio).
Respecto al cuarto caso:
Los rayos tienen muchísima energía: queman toda la instalación eléctrica de una casa, hacen “piedras” al caer sobre arena y fundirla,... Parece más bien que el rayo cayó cerca del sujeto, la caída del rayo provocó un campo magnético que, al encontrarse con la cadena, provocó una corriente en ella que dejó la marca de quemadura en la piel y, de alguna manera, también afectó al oído. (Toda corriente eléctrica genera un campo magnético, toda variación de campo magnético genera una corriente en cualquier conductor a su alcance. Este es el fundamento de las antenas y de los receptores, de radio, televisión, teléfono,... El influjo sobre el cuerpo de este campo magnético generado por el teléfono móvil es su principal riesgo y no lo que miden los estándares de “seguridad”, que sólo miden el efecto calorífico. La caída de un rayo cerca de una casa puede dañar los equipos informáticos aunque no estén funcionando, sólo por el hecho de estar enchufados, “entrando el rayo” por la toma de tierra -realmente por el mismo efecto de este caso).
Respecto al quinto caso:
Podemos dudar de si el testigo lo vivió o lo soñó, pero les libró de cometer un gran sacrilegio.
Lo que dice la Iglesia (hasta 1958), en particular lo explicado sobre este tema en Teología de la perfección cristiana, del P. Royo Marín (autor clásico). (El libro se encuentra completo en PDF por internet).
Lo que dicen el Dr. Hamer (sus leyes) y el Dr. Adler (sus “curaciones en segundos”).
El sentido común (recogido especialmente en la obra clásica del padre J. Balmes “El criterio”).
“En resumen: todos los fenómenos que puedan resultar de un movimiento natural de fuerzas físicas, aunque el hombre no sea capaz de producirlas ni siquiera llevando hasta el límite máximo sus energías naturales, puede en absoluto producirlas el demonio -supuesta la permisión divina- en virtud de su propia potencia natural, extraordinariamente superior a la del hombre. Pero, cualquiera que sea la naturaleza del fenómeno producido por las fuerzas diabólicas, no rebasará jamás la esfera y el orden puramente natural.” p.813 del libro citado del P. Royo Marín.
Aquí se han incluido sólo hechos externos que ocurren sin ninguna participación del sujeto. Es decir, no se incluyen todos los fenómenos personales: visiones, locuciones, revelaciones (conocer cosas ignoradas), leer el pensamiento, hierognosis (discernir objetos sagrados mezclados entre otros profanos),... ardores o incandescencia del corazón, estigmas, sudor de sangre, cambio de corazones, inedia, privación del sueño, agilidad, bilocación, levitación, sutileza, luminosidad, perfume sobrenatural,...). Hay una introducción a todos ellos en el libro citado del P. Royo Marín; estos fenómenos a veces ocurren sin que el sujeto sea especialmente santo.
Tampoco se incluyen las gracias recibidas “gratis data”, sin requerir un mérito especial por parte del que las recibe. Entre ellas: don de profecía, hablar en lenguas, poder de hacer milagros,...
La declaración (segura) de un hecho como milagro la veo como muy difícil. Dicen que en Lourdes hay constatados 6.000 curaciones inexplicables pero sólo 60 reconocidas como milagros. Aún así, excepto que haya sido declarado por el papa, veo muy difícil asegurar con 100% de certeza que algo ha sido un milagro, porque dado el poco conocimiento de las leyes naturales, ¿cómo vamos a afirmar que el hecho es contrario a toda ley natural, las conocidas y las que todavía no conocemos?
Si algún lector, deslumbrado por los avances tecnológicos cree que conocemos mucho las leyes naturales, debe recordar que hay aspectos básicos de la vida que no conocemos (¿por qué no somos capaces de controlar nuestros pensamientos? ¿por qué el tiempo nos pasa volando mientras dormimos?, ¿qué hacemos mientras dormimos y no soñamos?...) Los no creyentes tienen además graves preguntas sin respuesta: ¿qué hacemos aquí? ¿qué hay detrás de la muerte? etc.
El acto de un papa canonizando a un santo era infalible, porque canonizar es algo que afecta a la fe. Para las canonizaciones era necesario la constatación de milagros realizados por la intercesión del beato. Pero no estoy seguro si esa infalibilidad incluye la declaración de los milagros.
No está nada claro cuales son nuestras facultades naturales, y, por tanto, qué es sobrenatural, de origen divino. Algunos califican la inedia (vivir sin comer) como uno de los hechos extraordinarios posiblemente sobrenaturales, pero hay gente que, sin encomendarse a Dios ni al Diablo, vive sin comer.
Seguir la recomendación de muchos santos frente a los fenómenos extraordinarios: no prestarles demasiada atención, pues nunca estamos seguros de su origen (de Dios o del Diablo). Evidentemente, si nos curamos de una enfermedad o recibimos el don de atravesar paredes, podemos dar todas las alabanzas a Dios que creamos conveniente y luego acabar y seguir dedicándonos a hacer Su voluntad, que es para lo que estamos aquí, no para quedarnos ensimismados mirando nuestro cuerpo reparado o jugar a dar sustos a los guardias de las cámaras acorazadas de los bancos (que es lo que querría el Demonio).
Si cuando alguien reza por otro le beneficia de alguna manera visible puede ser simplemente el efecto de alguna de nuestras facultades naturales todavía desconocidas o la acción directa de Dios (quizá consecuencia de nuestros ruegos), pero en cualquier caso no hemos de darle más importancia. Y, evidentemente, seguir rezando por los demás haya o no haya habido efecto visible, pues sencillamente es nuestro deber.
Los demonios pueden hacer prodigios muy grandes con sus propios medios: pueden conseguir levantar un viento fuerte que derribe un árbol, atravesándolo en una carretera. Los ángeles de Dios tienen el mismo poder (provocar un viento fuerte que evapore un charco peligroso en una carretera). Y Dios tiene todo el poder.
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