Es hacer lo que queremos.
sabiendo, además:
Aspecto 1: que podremos seguir haciéndolo siempre, incluso más allá de la muerte.
Aspecto 2:que no nos estamos engañando, fijando nuestra felicidad en algo "pequeño", inferior a todas nuestras capacidades.
los bebés, que consiguen hacer, hacen, todo lo que quieren en cada momento: comen, duermen,...
los niños jugando ellos solos, sin interferencias de adultos.
los adultos practicando sus aficiones.
los adultos que trabajan en lo que les gusta.
Queriendo lo que quiere Dios, que es el autor de este mundo, el que ha establecido sus leyes que rigen absolutamente todo.
Este es el "truco": no intentar hacer "nuestra voluntad", sino la de aquél que es el más sabio y el que más ama. (Evidentemente, eso es lo que más nos beneficia, a nosotros y a todos).
Ahora en la vida terrena nunca tenemos la certeza absoluta de querer lo que Dios quiere, pero Dios con su paciencia infinita no deja de decírnoslo de muchas formas, empezando por formas muy sutiles -las palabras que nos parece ver en la forma de las nubes-, hasta acabar con formas totalmente imperativas (un accidente).
Cuando hacemos cosas contrarias a las leyes acabamos teniendo dificultades, sufriendo privaciones de libertad, limitaciones al ejercicio de nuestra voluntad: acabamos en el hospital, en la cárcel, en el psiquiátrico o en el cementerio.
Porque sabemos "el mecanismo", sabemos que tenemos las "herramientas" para hacerlo porque las hemos utilizado en las ocasiones de dificultad en la vida y nos han "funcionado". Sin olvidar quien "pone la gasolina" para que funcionen las herramientas, quien nos presta las herramientas y quien nos enseña a usarlas (Dios, a través de la Santa Iglesia Católica hasta 1914).
Hay vivencias en la vida que son indudables. Por ejemplo, sabemos lo que es el dolor, sin ninguna duda, sin necesitar estudiar nada ni que nadie nos lo confirme. Igualmente sabemos cuando nuestra felicidad no es algo mundano, limitado, con techo.
Ciertamente, que tener una afición que más o menos dominamos nos da ciertos beneficios y no siempre estamos en condiciones de dar lo mejor de nosotros mismos: somos pecadores, necesitamos dormir, etc. Por supuesto hemos de evitar actividades muy "por debajo de nuestras posibilidades" / "más o menos suicidas": emborracharnos, drogarnos, otros vicios,...
Pero si es nuestra vida entera la que nos auto-limitamos, pues Dios, con su paciencia y amor infinitos nos lo irá recordando, etc.
Es decir, otra forma de definir la felicidad (que sería la misma que la citada pero leída al revés) es:
La felicidad es hacer aquello para lo que estamos hechos.
La felicidad de una planta es crecer y multiplicarse. La de un animal, igual. Pero nosotros no somos plantas ni animales.
Comer, hacer deporte, reproducirnos nos da felicidad porque es parte de nuestra naturaleza, de para lo que estamos hechos, pero no es la parte esencial; y esas actividades no pueden sustituirla.
Por muchas diversiones con que intentemos saciar nuestra felicidad, el Espíritu Santo, a través de "la voz de la conciencia", de nuestro ángel de la guarda, estará recordándonos que "falta algo". Y, con el paso del tiempo, nos lo dice en voz más alta.
Si alguien cree que su felicidad es comer, hacer deporte y reproducirse, tendrá una felicidad pasajera y superficial, pero en el fondo siempre estará insatisfecho, no completamente feliz, porque "Nos hiciste mirándote a ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti" Confesiones de S. Agustín, I, 1.
Estamos hechos a semejanza de Dios (con inteligencia y voluntad) que sólo se satisface cuando participamos de Él, cuando somos Hijos suyos, no cuando nos auto-limitamos, ni cuando hacemos cosas contrarias a nuestra naturaleza: que es amar inteligentemente (como hace Dios).
No es posible en la tierra, porque arrastramos los reatos del Pecado Original, en particular: que no vemos a Dios "cara a cara", directamente, con certeza, por lo que nos es imposible saber con certeza si estamos haciendo Su voluntad, y ello conlleva inevitablemente cierto grado de ansiedad (el gran santo cura de Ars, toda la vida pensó que no estaba haciendo la voluntad de Dios).
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Rezar el Rosario (mejor en latín) es el último y único recurso que nos queda.
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