(un servidor no es psiquiatra, psicólogo ni terapeuta)
Se suele decir “Fulanito es un enfermo mental” y en cambio no se side “Menganito es un enfermo físico”. ¿Por qué? Probablemente porque en el segundo caso podemos decir con precisión el trastorno de Menganito (cáncer de páncreas), mientras que los trastornos mentales por su naturaleza invisible son menos fácilmente catalogables. La primera expresión tiene el riesgo de enfatizar el "es" y considerar crónico algo que no lo es. Es decir, no hay enfermos, hay gente que tiene enfermedades, trastornos físicos (orgánicos) o mentales (invisibles). Más o menos crónicos, más o menos graves, más o menos molestos, con una curación más o menos sencilla.
Tenemos unas facultades (razonar, querer, sentir hambre, sed, frío, calor,...)
Estas facultades tienen un orden correcto de funcionar (el razonar y querer deben mandar sobre los sentimientos o sensaciones: no puedo ponerme a comer durante una entrevista de trabajo porque tenga hambre).
La enfermedad mental es la alteración del uso correcto de nuestras facultades ("está loco, se puso a comer palomitas mientras le entrevistaba el jefe de personal").
No estamos hablando de los casos que por enfermedad o adicción es preciso atender a lo que nos pide el cuerpo (si alguien está hipoglucémico, necesita comer algo, o si necesita fumar, o tomar la dosis de droga o de azúcar).
Lo que ocurre no es que estemos locos, sino que estamos locos por cosas poco importantes (el fútbol, nuestra fama de artista,...) y nos falta locura por las cosas importantes. Los que mandan en estos tiempos nos incitan a ello por todos los medios, pero nosotros siempre mantenemos algo de responsabilidad. (Dedicamos nuestro poco tiempo libre a cosas sin importancia y que frecuentemente nos dañan, y no lo dedicamos a lo importante). Y Dios ya nos advirtió contra la mediocridad, contra la falta de locura: "porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca" Apocalipsis 3:16
Dado que los padres son los que han tratado con el hijo pequeño, cuando es más delicado, están implicados en mayor o menor grado en lo que le pasa a su hijo. Ver otro artículo sobre leyes familiares.
(en base a los documentos que están en la sección “Recursos básicos” en la web nuevapsiquiatria.es)
- Los psicofármacos no son específicos, son calmantes generales que inhiben todas las funciones mentales.
- Por lo anterior, la práctica psiquiátrica frecuentemente consiste en “ir probando” qué medicamento “le va bien” al paciente (con el que tiene los efectos secundarios más pequeños). Ello incluye dar anti-psicóticos a pacientes depresivos.
- Curar, sólo se consigue encontrando y resolviendo lo principal que lleva a cada persona a enfermar (a desequilibrarse mental o físicamente).
- Los psicofármacos causan adicción y, de suspenderse la medicación, causan síntomas parecidos a los de cualquier droga y pueden hacer retornar el trastorno original con igual o mayor fuerza.
Hasta la ONU y del ministerio de salud de España dicen que hay demasiada medicación, y los psicólogos dicen que se medica a la gente "para que no moleste": ancianos, jóvenes mal formados incapaces de afrontar las dificultades inherentes a la vida, con desórdenes morales, adicciones, o niños que excitamos por otro lado con las pantallas o el azúcar.
- En la asociación Nueva Psiquiatría conocen casos de gente que ha dejado la medicación y vive normalmente sin recaídas. Desde casos de gente que, incluso después de 26 años de tomar pastillas, se ha liberado de ellas rápidamente; otros, con menos años, de golpe, de la noche a la mañana; con diagnóstico de depresión, psicosis, etc.
Hay psiquiatras que prescriben fácilmente medicación para toda la vida.
Hay otros que consideran que los psicofármacos sólo deben usarse durante las crisis graves el mínimo tiempo posible.
Un servidor piensa que:
nunca hay que usar psicofármacos, ni siquiera seguir lo que dicen los (2), pues hay psicofármacos muy adictivos (“la benzodiacepina es más adictiva que la heroína.. Su uso por más de 4 o 5 días...”), y las “crisis” tienen una causa que no se resuelve por sí sola, hay que resolverla para que dejen de producirse las crisis, y eso puede llevar tiempo.
en caso de estar tomándolos hay que hacer lo que sea por dejar de hacerlo (igual que cualquier otro medicamento).
y en ambos casos, usar todo tipo de recursos (que no dañen más) para pasar la crisis y ayudar a descubrir la causa.
I: (Inteligencia) capacidad de construir ideas y manejarlas con lógica
V: (Voluntad) pide información a I y con ella da órdenes al cuerpo (C)
C: (Cuerpo) es nuestra parte como la de los animales: con el cuerpo material y sus reacciones automáticas, instintivas: recoger el brazo si nos quemamos la mano, huir del peligro, perseguir lo apetecible -comida,sexo,...-, y las alteraciones emocionales básicas: los perros también se alegran, entristecen, enfadan, gozan y sufren. Nosotros estamos llamados a algo más que eso, ellos no son conscientes, nosotros sí.
La Inteligencia y la Voluntad es lo que nos hace hombres, nos diferencia de los animales. Si no los usamos o los usamos mal somos peores que animales, pues tenemos mucho más poder que ellos (y podemos tirar bombas atómicas sobre gente, como en Hiroshima y Nagasaki).
El Cuerpo puede dificultar el funcionamiento de la Inteligencia y la Voluntad por la digestión, drogas (alcohol), medicamentos, enfermedad, cansancio,... por eso no conviene pensar ni tomar decisiones mientras estamos cansados o enfermos, pues estarán influenciadas por nuestro estado corporal. Tampoco mientras estamos alterados emocionalmente, pues eso nos hace ver deformada la realidad.
Las comidas de negocios, alcohol incluido, las organizan los vendedores para que el cliente con su Cuerpo alegre, firme alegremente el contrato. Por contra, los santos se iban a la soledad y hacían ayuno cuando querían tener la mente clara y recibir buenas inspiraciones sobre lo que tenían que hacer.
El intelecto:
El cuerpo le envía percepciones “en bruto” de los sentidos corporales y el intelecto las clasifica (“esto es una puerta y mide 2 m de ancho”).
el cuerpo también le proporciona recuerdos (“recuerdo que mi auto mide 1,5 m de ancho”).
el intelecto elabora conclusiones en base a enlazar con lógica los hechos -razona- (“dado que el ancho del auto es menor que el de la puerta, en consecuencia, el auto puede entrar”).
Las percepciones pueden ser obtenidas directamente por los sentidos (“he visto con una regla que la puerta mide 2 m”) o pueden ser informaciones que nos dicen (“he visto en internet que estas puertas miden 2 m de ancho”).
Las cosas están hechas para funcionar de una manera y no de otra |
Las flechas están hechas para ser disparadas por un arco. Si en vez de usar el arco usamos la mano para lanzarlas, pues no cazaremos nada.
¿Está mal la flecha? No. Los que estamos “mal” (de la cabeza) somos nosotros por querer cazar lanzando las flechas con la mano.
La Voluntad está hecha para querer la Bondad, la Inteligencia para proporcionar la Verdad a la Voluntad, y el Cuerpo para obedecer con un Bello comportamiento |
Evidentemente, el Demonio nos dice lo contrario: que no existe la Verdad, que no hay una estrella polar que marca el Norte, que el que vale es el Norte de cada uno, que hemos de usar nuestra Voluntad para perseguir el placer y el dinero; y que “todo vale”, que la “moralidad” está pasada de moda, que es cosa de tontos; que hay que ser “espontáneos” y hacer “lo que nos pida el cuerpo”, que no dañamos a nadie dándonos placer. (Ver también el artículo: cómo nos tienta el Demonio).
Es decir, tenemos la inteligencia para informar a la voluntad que tenemos un arco con flechas, y tenemos la voluntad para que le mande al cuerpo usarlo y cazar la presa.
En general, tendremos problemas (enfermedades, síntomas) más o menos graves cuanto más nos separemos del funcionamiento normal, del funcionamiento para el que fueron hechos la I, V y el C.
Es decir, la Inteligencia, la Voluntad o el Cuerpo no enferman, sólo muestran síntomas anormales porque funcionan de manera para la que no fueron hechos.
(Ciertamente, podemos tener nuestras facultades más o menos débiles: un cuerpo incapaz de andar una hora sin parar, una inteligencia incapaz de aprender a multiplicar,... pero sólo están débiles o no desarrolladas, no ejercitadas, pero no enfermas).
Normal es cuando la Voluntad manda a la Inteligencia y al Cuerpo. A una le pide la mejor información que tenga y al cuerpo que se mueva.
Lo normal es la persona razonable, que cuando tiene hambre come, cuando no, no come, y cuando alguien le dice: ahí hay una serpiente, pues no se acerca.
Lo normal es que la Voluntad le mande ver al cuerpo (“mira ahí”), éste suministra percepciones a la inteligencia (“una forma sinuosa”), ésta las clasifica correctamente y saca conclusiones de forma lógica: “eso es una serpiente venenosa”, “dado que se que pueden matarme, recomiendo a la Voluntad que mejor nos detenemos y alejamos”. La percepción siempre está bien (excepto evidentes problemas visuales, auditivos,...), los fallos siempre se producen luego.
Lo anormal es lo contrario: cuando el que manda es el Cuerpo y la Voluntad le “deja hacer”, e incluso le pide a la Inteligencia excusas para justificar lo que el Cuerpo hace.
Es decir, la persona que “se da caprichos” (come sin hambre), o que cuando alguien le dice: ahí hay una serpiente, se acerca (está loca), o las personas “intratables”, “que no atienden a razones”, que hacen “lo que les da la gana”; de forma constante o sólo durante “crisis” (alucinaciones, ataques de histeria, delirios, “se le llevan los demonios”,...).
Tanto en la forma normal de funcionar como en la enferma, anormal, se dan “círculos viciosos” y “círculos virtuosos”, pero ambos pueden “romperse” (para mal en el primer caso, para bien, en el segundo), ya que no somos máquinas, condenados para siempre a funcionar igual. En el primer caso diremos que “pecamos”, y en el segundo que “nos curamos”.
Círculo virtuoso |
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I |
informa cada vez mejor a la Voluntad |
V |
manda cada vez actos más bellos, perfectos al Cuerpo |
C |
aporta nuevas y útiles informaciones a la Inteligencia, evita cada vez más dañarse |
Tanto tiempo estemos en un círculo (virtuoso, vicioso) tanto más nos costará salir de él y se irán agravando los síntomas. El enfermo puede llegar a una situación que ni tenga voluntad de empezar la terapia, e irá padeciendo tratamientos forzosos repetidamente.
Círculo vicioso |
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I |
proporciona informaciones cada vez más falsas a la Voluntad |
V |
“deja hacer” cada vez más al Cuerpo |
C |
envenena con más informaciones falsas o más intensas que lo que la Inteligencia puede asimilar, y se va dañando él mismo materialmente |
Lo anterior es válido tanto para personas con etiqueta (de enfermos mentales) como los que no la tienen. Todos estamos más o menos trastornados, locos, en más o menos actividades de nuestra vida, de forma más o menos intensa. Las personas más integradas socialmente probablemente padecen trastornos importantes, pues es muy difícil vivir muy integrado en esta sociedad loca sin comulgar de su locura (lo cual no quiere decir que los que viven solos en la montaña no sean propensos a locura, quizá con otros contenidos -están esperando un platillo volante-, y que no les causa problemas gracias a su aislamiento).
Los “tratamientos forzosos” referidos antes no son sólo los internamientos y la medicación forzada, sino todas las cosas que nos ocurren “accidentalmente”, “por azar” (qué mala suerte que los policías pusieron un control de alcoholemia y me multaron por conducir bebido,...). (Ver el artículo sobre por qué nos ocurren las cosas).
La falta de voluntad del enfermo referida antes es la de todos los que rechazamos las medicinas amargas (la verdad es amarga) y buscamos la solución a nuestras dificultades con medicinas con buen sabor, o vamos buscando terapeutas hasta que encontramos el que nos dice lo que nosotros queremos, no la verdad.
En esta web que habla sobre el daño de las pantallas, explica con un gráfico similar a los anteriores, cómo los "cerebros sin adicción" mantienen el control del comportamiento y de los impulsos corporales, mientras que los "cerebros con adicción" dejan de controlarlos.
El trastorno:
puede ser momentáneo o más duradero,
puede darse sólo en una actividad de la persona y no en el resto,
puede ser más o menos importante.
El funcionamiento normal se puede alterar:
Por trauma. Porque la persona recibe una información que le sobrepasa, que sobrepasa su capacidad de asimilación, le “enferma”: “cuando se enteró de la noticia se le cayó el mundo encima”, “desde entonces está cambiado”, “eso le saca de quicio”, “se pone malo cuando ve esas cosas”,... ("trauma", etimológicamente es "herida". ¿Cuándo nos herimos? Cuando chocamos contra algo más fuerte que nosotros).
Por factores ambientales físicos que le dificultan funcionar normalmente (ruido, contaminación, desnutrición,... o influencias que ha recibido durante la gestación, o efectos de una enfermedad neurodegenerativa como Alzheimer, Parkinson, Pick).
Dientes en mal estado, yatrogenia (Ver Nota dientes como origen de problemas mentales).
Agotamiento: cada vez cuesta más sobrevivir. Podemos mantener el control en una situación difícil durante un tiempo, pasado el cual, o reposamos o "empezamos a desvariar", "perdemos los papeles",... Es como los adictos al azúcar en su momento de bajón de azúcar en sangre. O consiguen comer algo (o "tomarse un café" -con su dosis de azúcar-, o fumarse un cigarrillo -que contiene azúcar-), o cada vez están más desasosegados y pueden llegar a desmayarse (que es un descanso forzado por el cuerpo). Los trabajos que nos requieren una gran tensión mental, como trabajar con compañeros / jefes / subalternos / alumnos / clientes difíciles en tareas importantes y delicadas, son extenuantes, aunque estemos sentados todo el día. ("Los shocks nerviosos agotan el cerebro del hombre actual", y por ello "el mero descanso anímico es un factor terapéutico importante" El alma lo es todo; Dr. Franz Völgyesi. Cualquier actividad que nos distrae de nuestras obsesiones lo es: barrer la casa, cuidar al perro, cuidar las plantas,...). Nuestras funciones mentales más elevadas (el control de nuestros pensamientos, el estar inspirado, la capacidad de concentración), son las primeras que nos fallan cuando no estamos rebosantes de energía, tranquilos y saludables. Cuando estamos agotados todo lo vemos negro y estamos irritables. A veces, una simple ducha y descanso hace ver las cosas de otra manera.
Por presión o maltrato social (familiar,...).
O por un insuficiente desarrollo:
Porque se expone a estímulos superiores a su capacidad de asimilación, manejo, ya sean materiales como drogas, alcohol, lujuria, gula,...; o inmateriales: sugestión por ver la televisión, vídeos, películas,... y se queda traumatizado o dependiente de ellos (sobre la lujuria se usan expresiones como “está loco por ella” y otras más crudas; o el azúcar como droga altamente adictiva,...). En opinión de un servidor, las películas, la música moderna, videoclips, canalizan mucho satanismo, aunque sea (sobre todo) música para niñas. Tratar con seres mucho más inteligentes que nosotros (los demonios), a través de practicas o “juegos” ocultistas, tiene su consecuencias. Canalizar, transmitir, ponerse al servicio de no sabemos qué “energías”, tiene su riesgo(*). Someterse a según qué terapias puede solventarnos un problema y crearnos siete peores (**). (Ver también la Nota drogas como origen de problemas mentales).
Experiencias normales agigantadas por nuestro orgullo, malas experiencias que nuestro orgullo nos impide perdonar o aceptar (“no perdono a mi hija que se haya casado con ese”).
Al no saber amar, comunicarse, tener paciencia,... cualquier relación es frustrante.
Cada vez la conciencia nos recuerda más intensamente las preguntas vitales no respondidas: ¿quien soy? ¿qué hago aquí? Falta del aspecto infinito de la vida, de su aspecto mágico, del que está por encima de la razón (falta de religión, pertenencia a cualquier secta, acceso al aspecto infinito sólo por uno de los tres caminos que tenemos y falta de lo fundamental -la fe). Cuando un “loco” (ver su testimonio aquí) que veía la vaciedad de la vida convencional (“…Papá, ésto no tiene sentido: mi mujer y yo trabajando, mis hijos a la guardería… Papá, ésto no tiene sentido…”), cuando descubrió que el mundo no es material y aleatorio sino con un orden (descubrió a Dios), la familia y amigos le toleraban; cuando habló de dejar su empleo entonces se le echaron encima. (“¡Pero si yo estoy bien! ¡Pero si yo cuando estaba mal era antes!”).
Ver más sobre nuestros tres aspectos I,V,C y sobre nuestra dimensión infinita en este artículo.
Nuestro desconocimiento de las leyes que rigen las relaciones en la familia.
Arrastrar y no “ventilar”, “superar”, “resolver” herencias perniciosas de nuestros antepasados.
...
Si la persona “tiene la cabeza bien amueblada”, sabe “mantener el Norte”, no “perder el oremus”, en cualquier circunstancia que le sobrevenga sin él haberla podido prever y evitar, saldrá indemne y fortalecido por la experiencia. Pero, dado que nadie somos perfectos, siempre caeremos repetidas veces, por lo que se trata de:
evitar caer en los errores más graves,
si caemos en alguno, darnos cuenta de ello, reconocerlo y corregir cuanto antes: ver que hemos caído en un pensamiento, conducta, erróneos, por tal y cual circunstancia y aprender para el futuro.
Nuestras facultades, aunque siempre se mantienen sanas, una vida anormal les hace perder fuerza, atrofiarse, como se debilita un músculo que no se usa.
En el cuerpo: malos comportamientos (sentimentalismo, sensualidad,...), pero también trastornos motores (tics, movimientos estereotipados, agitaciones psicomotoras, síntomas catatónicos, manierismos,...), deterioro neurofisiológico constatable en análisis bioquímicos, cansancio, somatización de las secreciones internas constantes produciendo enfermedades (de origen emocional -cánceres u otras), disfunciones sensoriales, arrugas faciales,...
En la voluntad: que no manda al cuerpo sino que convierte las exigencias del cuerpo en peticiones a la Inteligencia para que le de razones para hacer lo que dice el cuerpo (excusas, justificaciones). Amor impuro: egocéntrico, inmediato, interesado.
En la inteligencia: acostumbrada a hacer “lo que le mandan”, deja de usar la razón, la lógica. Acepta y memoriza como verdad “lo que le dicen”, sin ninguna crítica. Incrementa su práctica en inventarse razones o falsos razonamientos para justificar su comportamiento (racionalizaciones).
¿Por qué hemos de vivir luchando contra nuestro Cuerpo, reprimiéndole, no permitiéndole hacer lo que le apetece? ¿Hemos de vivir con esta lucha interior constante?
Sí. Es inevitable, es un error creer que se puede eliminar. (Y el Demonio nos ofrece conseguirlo con drogas y demás mentiras).
Esto es una de las secuelas del pecado original. Antes, en el paraíso, nuestros primeros padres todo lo tenían en orden: tenían ordenada la Voluntad a cumplir la voluntad de Dios, que conocían claramente; conocían lo que necesitaban para ello y tenían una comunicación y dominio perfecto de su cuerpo, y por ello se mantenían 100% sanos y no enfermaban ni morían. Como acabamos de ver en el apartado anterior, cada pecado, cada acción o pensamiento desordenado, tiene consecuencias en el cuerpo y la mente. Porque tenían conocimiento 100% claro de lo que hacían y a quien se lo hacían, su pecado fue inmenso y su somatización grave, como si Dios hubiera dicho: “¿Me desobedecéis, creyéndoos más listos que yo? Pues os divido interiormente y así sabréis valorar lo que habéis perdido, lo perfectos que os hice. Podéis empezar a demostrar cuánto sabéis, arreglando esa rotura”.
En casos de crisis graves habría que usar remedios fuertes (no medicamentosos) para:
evitar males mayores,
equilibrar al enfermo de forma que pueda seguir con los pasos siguientes.
(El uso de remedios fuertes no medicamentosos es casi imposible cuanto más "desarrollado" es el país).
Primero: Corregir actos y hábitos (y evitar las tentaciones, evitar exponerse a los influjos citados antes como originantes de trastorno, que serán particulares de cada persona).
Con esto, además de ir “desintoxicando” el Cuerpo, se va fortaleciendo la Voluntad del sujeto, que ya no va a trasmitir a la Inteligencia las exigencias incorrectas del cuerpo, y con ello va a permitir que la Inteligencia pueda volver a funcionar con lógica.
Para esto, aparte de lo dicho, parece que una dieta saludable (sin azúcar ni excitantes) o ayuno y el uso del agua de mar puede ayudar bastante a equilibrar al enfermo.
Segundo: Pasado un tiempo, una vez la Inteligencia ya libre de presiones malsanas, capaz de escuchar, aprender, razonando, el enfermo debe descubrir conscientemente su situación, su funcionamiento normal y erróneo.
Hay casos leves en que se puede empezar directamente con el segundo paso, y el enfermo se librará del trastorno sólo por la mejor comprensión de lo que hace, por qué lo hace y sus consecuencias.
Para muchos trastornos, lo que aquí se recomienda (ordenar los hábitos, realizar actividades “positivas” y abandonar las “negativas”), lo entiende y desea todo el entorno del enfermo. Todos desean que vuelva “a la normalidad”; pero no se dan cuenta que:
muchas de esas “buenas actividades” no lo son realmente, pues son participar de la locura de esta sociedad, y quizá el enfermo está más sensible a esa realidad (y los que le rodean quizá no saben o no quieren verla).
todas esas “buenas actividades” pueden ser percibidas como aburridas, sin sentido, por el enfermo, que le falta orientación a su vida. Como dice más adelante la cita de Jung: «no se curó ninguno sin antes recuperar su visión religiosa», el sentido de la vida. Jung dice que esto es especialmente así para los enfermos en su segunda mitad de la vida. Un servidor diría que lo es para todos, y que los más jóvenes, huyendo de la pregunta o buscando una respuesta, se agravan exponiéndose a influencias negativas fortísimas (drogas, música, vídeos, películas, televisión,...).
la "vuelta a la normalidad" del enfermo quizá provoque que el entorno deba "recolocarse", "dejar sitio", "ceder espacio", por haberse acostumbrado a la situación anómala del enfermo.
Hay un “círculo vicioso” que debe evitar caer el “enfermo”: Empezar a tomar medicación que puede afectarle la voluntad y la energía para querer salir de esa situación. Que le lleva a seguir tomando medicación que cada vez disminuye más su voluntad y energía. Todo lo material también afecta a la mente, y mucho más los medicamentos fuertes. El “enfermo” puede creer que sigue siendo “él” y sus pensamientos “suyos”, cuando realmente son, en gran parte, consecuencia de la medicación.
Esto unido a un entorno familiar quizá de poca ayuda y unas leyes represoras (que castigan hasta que los padres reprendan a sus hijos), hace que lo que en otras culturas se hace: forzar al “enfermo” (contra su voluntad intoxicada) a un tratamiento equilibrante natural, en la cultura occidental no se haga, y se traspase la responsabilidad a profesionales. Sería algo análogo a impedir por la fuerza que alguien se ponga a conducir cuando está muy bebido, o resolver un ataque de histeria con un par de bofetadas. El “enfermo” no está en condiciones de “conducir” su vida, de tomar decisiones sobre el tratamiento, otros deberían tomarlas por él (aquí, evidentemente, se dan excesos por ambos extremos).
Actualmente pecamos de pensamiento y por omisión. Porque los pecados de acción son muy evidentes y escandalosos. En cambio los de omisión son mucho más limpios y desapercibidos, y no nos causan tantos remordimientos de conciencia: “Yo, pobre de mí, ¿qué sabía?”, “no podía hacer nada”, “no sabía nada”,...
Estos apartados anteriores pretenden explicar gráficamente la psicología de S. Tomás de Aquino, que a entender de muchos expertos, es fuente sólo de verdad. Como Erich Fromm: “En Tomás de Aquino se encuentra un sistema psicológico del cual se puede probablemente aprender más que de gran parte de los actuales manuales de tal disciplina”. Fromm, E., Psicología per non psicologi. En L'amore per la vita. Milano: Mondadori, 1992, p. 82.
La Iglesia tiene la mayor consideración a las enseñanzas de S. Tomás de Aquino (la Iglesia verdadera (***), no la que aparece desde 1958 públicamente como tal).
Percibir claramente lo que la mayoría de la gente no percibe: voces, imágenes. Aquí se incluyen todas las experiencias espantosas que son como las pesadillas terroríficas nocturnas pero vividas en vigilia, y todas las ansiedades intensas.
En mi opinión, hay dos tipos de alucinaciones: las que son puros sueños (ver una puesta de sol estando dentro de un sótano), y las que son percepciones sutiles de la realidad (ver demonios en las paredes).
Las alucinaciones no son un problema cuando el sujeto entiende que lo son y sabe dominarlas.
Estos dos tipos de alucinaciones se unen si tenemos en cuenta que "la vida es sueño", como decía Calderón de la Barca.
Manías, miedos, fobias, depresión, paranoia, obsesiones.
Según Hamer, no son un trastorno mental. Ver nota más adelante.
Parecen socialmente adaptados (con trabajo y familia), y con un comportamiento “normal” hasta que se les hace la pregunta “¿Cómo te sientes?”, pues no soportan mirarse a sí mismos, su interior. Etiología: quizá por traumas en la infancia (superan su capacidad de asimilación de experiencias, de aprendizaje), quizá porque han sido criados entre algodones (nunca han sufrido y por ello son incapaces de ponerse en el lugar de otro que sufre o puede sufrir), quizá tienen un orgullo tan grande que les ciega literalmente el ver a los demás, o quizá viven encerrados en un grupo social privilegiado sin contacto con otros más sufrientes.
Percepción a distancia, levitación, don de profecía,... pueden venir de Dios o del Diablo. La Iglesia recomienda no dar ninguna importancia a estos hechos. Algunos santos los tenían pero no se tienen en cuenta en absoluto (por lo dicho antes) en el proceso de beatificación o canonización.
El Dr. Hamer explica algunos trastornos mentales como resultado de dos o más choques psíquicos sin resolver, activos. Según de qué tipo fueron, nuestro sexo, estado hormonal y anteriores choques, nos dice qué tipo de trastorno tenemos; o simplemente viendo nuestro TAC cerebral. En la página indicada aparecen enfermedades que habitualmente no consideramos como “psíquicas”, pero recordemos que Hamer nos recuerda el origen emocional de muchas enfermedades (físicas).
Igual que Hamer nos enseña que muchos síntomas corporales escandalosos no son más que los que produce el cuerpo cuando se está curando, quizá algunas “crisis psicológicas” no son más que momentos de lucha interna entre uno de nuestros pecados (orgullo, principalmente) y nuestra conciencia, que nos recuerda que algo “no está resuelto, perdonado”. Cuando no hay lucha porque domina absolutamente uno de los dos, no hay alteraciones, ni ruido.
Hay una experiencia que la religión o los chamanes llaman "descenso a los infiernos", "encontrarse con el Guardián del Umbral", "la noche oscura del alma",... La reacción habitual es salir corriendo y no querer volver a saber nada de ella. Muy pocos son los que aceptan quemar ego, ideales, motivaciones, deseos, "sentido de la vida", como pago para llegar a ser "hombres verdaderos". El resto (la inmensa mayoría) se quedan:
O bien "entretenidos", "distraídos" con su rutina diaria y suelen tapar cualquier resquicio de recuerdo de la experiencia anterior con infinitas actividades. Cualquier cosa antes que el silencio, estar solo, sin hacer nada.
O deprimidos: tedio, sinsentido de la vida, vacío,... que es lo que se obtiene por habernos negado a satisfacer nuestra esencia más interior, por negarnos a responder a las preguntas más importantes con las que todos nos topamos.
Hay quien explica la depresión como la derrota frente al primero de los 4 enemigos con que todos nos topamos (Ver Nota de cuatro enemigos habituales).
La sociedad y la gente, en general, vive desconectada de la realidad, en un mundo de ideas equivocadas y contradictorias. Dado que el desarrollo interior es algo personal, fruto de un trabajo individual, cuando alguien despierta a la realidad se topa con que nadie a su alrededor le comprende, por lo dicho antes. Se encuentra “mas solo que la una”, como describe el testimonio apuntado antes. Y los psicólogos y psiquiatras suelen estar al mismo nivel que la mayoría, con lo que tampoco le entienden y le colocan la etiqueta de “loco”, cuando la loca en general es esta sociedad (y ellos).
Bichito(a) con dos piernas destinado a crecer hasta el infinito sin levantar los pies de la tierra.
Todo lo que sea conformarse con menos es un engaño del diablo.
Creer que podemos hacerlo con nuestras fuerzas o voluntad es otro engaño del diablo. Nosotros sólo podemos abrir la ventana. La luz y el calor vienen del Sol. Sin él, por mucho que abramos la ventana, no saldremos de las tinieblas.
Nuestro enemigo. Fuente de donde recibimos todas las malas inspiraciones. No puede entrar en nuestra casa si no le abrimos la puerta (con nuestros pecados, drogas, prácticas ocultistas, etc.)
En este momento, como nadie defiende la Verdad (la jerarquía aparente de la Iglesia está dirigida desde 1958 por el diablo), pues estamos bastante equivocados, especialmente en los aspectos más importantes de la vida: quiénes somos, para qué estamos aquí, cómo cumplir nuestra misión. Por tanto, estar perfectamente integrado en esta sociedad es signo claro de error. Estamos bastante peor que la sociedad descrita en la novela 1984 con su “doblepensar”, que permite afirmar en un momento que 2 más 2 son cuatro y lo contrario unos segundos después sin despeinarnos.
Antes, cuando la sociedad era más religiosa, la Iglesia, los sacerdotes, servían de freno a muchas de los problemas anteriores pues servían, al menos:
como soporte al aislado, como ayuda al acosado por su entorno, como freno al orgulloso, defensa de la justicia social, freno a influjos dañinos,...
como enseñanza de las verdades básicas de la vida: qué hacemos en esa vida; que la vida puede ser 100% gozosa y a la vez un valle de lágrimas; que desde que salimos del Paraíso, no vemos directamente a Dios, y, por tanto, no sabemos con 100% de certeza qué es lo correcto y qué no en cada caso, por lo que es perfectamente normal cierta ansiedad inherente a nuestra condición humana; y la depresión es sólo para el que no se ha dado cuenta de qué hacemos aquí.
No creamos las mentiras que los que mandan dicen de la Iglesia. La religión de nuestros abuelos es la única que atacan los que mandan (porque es la única verdadera).
Hay de tres tipos:
El tratamiento sintomático añade una tensión en sentido contrario a la tensión que ya tenía el paciente.
El tratamiento aislado resuelve el problema al paciente pero no le hace crecer (“enpoderarse”), seguirá necesitando tratamiento para nuevos trastornos.
El tratamiento radical enseña la verdad al paciente y difícilmente volverá a necesitar ningún tipo de tratamiento, porque sabe quien es él, qué hace aquí, quieres son sus enemigos, sus amigos y cómo pedirles ayuda. El tratamiento radical es la religión que enseñaron a nuestros abuelos, la que se enseñaba antes de 1958.
Las terapias no radicales tienen dos inconvenientes: pueden sólo hacer perder el tiempo al que las sigue o pueden provocarle un daño adicional.
Perder el tiempo: porque la terapia ayude muy lentamente al enfermo o porque no vaya por el camino más corto a la solución. “Perder el tiempo” no es algo baladí. En la vida sólo tenemos tiempo.
Provocarle un daño adicional: el daño puede ser visible, percibirlo conscientemente el enfermo (por ejemplo, al revivir con la terapia un hecho traumático sin que le ayuden a asimilarlo), o puede no percibirlo conscientemente (por ejemplo, la terapia le ayuda a mejorar un aspecto parcial del problema y le introduce una grave convicción equivocada). El segundo caso es el de las sectas que ayudan al enfermo de una forma objetiva en algún aspecto mejorable a cambio de que éste entregue su vida a una idea equivocada, a una mentira. Si las sectas no ofrecieran algo claramente positivo no atraerían a nadie: dan caramelos pero desorientan la mente.
Aceptar diagnósticos equivocados, limitantes ("esto es incurable, crónico").
Usar la enfermedad como excusa para agredir a los demás impunemente.
Buscar la etiqueta de "enfermo mental" (u otra enfermedad orgánica) como medio de conseguir una pensión, vales de transporte, comida, alquiler,... Una vez puesta la etiqueta parece difícil quitarla. El mundo da muchas vueltas y mañana podemos arrepentirnos de esta etiqueta.
Riesgos que corre (como cualquier otra persona):
Acudir a un profesional que nos resuelve a corto plazo "el problema (visible)" y nos genera otro mucho mayor a largo plazo (invisible hoy) ("Sacó un demonio y entraron 7 peores").
Caer en el "efecto Halo": siendo deslumbrados por un aspecto del servicio: clínica bellísima con jardines, un nombre rarísimo de nuestra enfermedad; que nos ciega a ver correctamente los demás aspectos, y así, aceptamos como real la forma de vernos del profesional o aceptamos como las mejores sus recomendaciones.
No atender a su intuición (no cree en el Diablo pero intuitivamente sabe "que hay algo" y le altera sólo considerar la posibilidad de que..., no cree en la oración pero, por intuición, agradece que recen por él,...).
Que la enfermedad sea lo que da sentido a su vida y encima, e incluso se muestre aparentemente orgulloso de ello. Y diga “Yo soy un bipolar”, o “Yo soy un esquizofrénico”, en vez de decir “Me han dicho que estoy con un trastorno bipolar”,... Errores tan evidentes como decir “soy una persona con el brazo roto”.
Conformarse con algo menos que el infinito. "Voy tirando","me encuentro bien","soy feliz","estoy entretenido","me dedico a","me he curado, estoy normal". Desconocer que la única puerta al infinito está en la religión.
Nunca hemos visto un verdadero cura pues los ordenados desde 1969 no lo son.
Nunca hemos recibido la verdadera enseñanza religiosa, eliminada desde el Concilio Vaticano II en 1962.
Los medios de comunicación nos inundan de informaciones clara o sutilmente anticatólicas,...
¿Nos conformamos con lo que nos prometen los psicólogos?: “se trata de mejorar la resiliencia de forma que la gente pueda manejar su vida a pesar de tener esas vulnerabilidades. También buscar otros objetivos que den significado a su vida.” ¿Vamos a dar sentido a nuestra vida con algo mundano, terrestre, finito?
Sin religión, que es la única que da sentido a la vida, no hay mejora duradera, ni objetivos, ni resiliencia, ni nada. “El que no está conmigo está contra mí, y el que conmigo no recoge, derrama.” No hay término medio. O entramos en la religión de nuestros abuelos (no en lo que enseña la jerarquía eclesiástica actual, por lo citado arriba), o no vamos a ningún sitio.
«El Dr. C. G. Jung, que se separó de Freud debido al excesivo énfasis que este último ponía en las cuestiones sexuales, escribió: «Durante los treinta años últimos he sido consultado por habitantes de todos los países civilizados de la tierra. He tratado a muchos cientos de pacientes, la mayoría de los cuales eran protestantes, pocos judíos y no más de cinco o seis católicos creyentes. Entre todos mis pacientes de la segunda mitad de la vida —es decir, de los que tienen más de treinta y cinco años de edad— no encontré uno solo cuyo problema, en última instancia, no fuese el de encontrar una visión religiosa de la vida. Podemos decir que cada uno de ellos enfermó porque había perdido lo que las religiones vivas de todas las épocas dieron a sus seguidores, y de ellos no se curó ninguno sin antes recuperar su visión religiosa»
(Jung era hijo de luteranos. Habla de “religiones”, aunque religión sólo hay una, el resto son caminos equivocados que no llevan a Dios. Parece que murió sin encontrar el camino).
«El Dr, J. A. HADFIELD, uno de los más grandes psiquiatras de Inglaterra, escribe: «Hablando como estudioso de la psicoterapia, que, como tal, no tiene relaciones con la teología, estoy convencido de que la religión cristiana es una de las más valiosas y potentes influencias para producir esa armonía y tranquilidad espiritual y esa confianza de alma que se necesita para dar la salud y la energía a una gran proporción de pacientes nerviosos». El Dr. William BROWN, catedrático de filosofía mental en la Universidad de Oxford y psicoterapeuta del hospital King’s College, dice: «Estoy más convencido que nunca de que la religión es la cosa más importante en la vida y de que es esencial para la salud mental». Paz en el alma, Fultom J. Sheen. Buenos Aires, 1951, pág. 42.
nuevapsiquiatria.es Asociación “Nueva Psiquiatría”. Fundada y dirigida por un ex-director de un psiquiátrico. Propone algo revolucionario (en este mundo loco): usar el sentido común con los pacientes y medicarlos lo justo y necesario (y mejor nada). Funciona por medio de GAT (grupos abiertos terapéuticos), que son grupos de personas que se reúnen de forma totalmente autónoma y sin líder. Participan pacientes, médicos, terapeutas, familiares, amigos y simpatizantes, todos en plano de igualdad y en reuniones sin “orden del día” (como una pura tertulia). Hay GAT por toda España. Hay otras asociaciones que también funcionan en grupos pero que reúnen a gente homogénea: o enfermos, o familiares, pero no mezclados. A opinión de un servidor, es mejor que participe gente variada (quizá no los padres con sus hijos afectados), porque así cada uno escucha puntos de vista diferentes, gente con diferentes realidades que puede ayudar a todos a mejorar su situación. En las reuniones no se hace terapia a nadie, cualquier terapia tiene que acordarse y hacerse fuera, independiente de la asociación. Las reuniones son sólo tertulia (de este tema, claro, no de fútbol).
Otros artículos en esta web:
Enfermedades mentales con orígenes traumáticos (las de Hamer)
La manipulación subliminal (no es una “leyenda urbana”, es la herramienta básica de la publicidad)
Otros artículos en otra web:
Transcripción (parcial) del documental autobiográfico "Solo" de Vicente Rubio Gandía, diagnosticado "esquizofrenia paranoide". Muy ilustrativo de todo este tema, pues fue hecho por él mismo, experto en medios audiovisuales.
Entrevista al Dr. Sergio Álvarez, muy ilustrativa de la situación de la psiquiatría.
Según Hamer,
los ataques epilépticos no son enfermedades mentales. Son
sólo fenómenos pasajeros (entre unos segundos y 3 días) que
ocurren en la mitad de la "fase de curación". Sus síntomas
dependen de cómo fue la "fase de tensión" anterior.
Los
psiquiatras llaman ataques epilépticos a lo que también pueden
ser estados de trance provocados por estímulos externos
(palabras, músicas, luces intermitentes,...).
Hay drogas que tienen el efecto de aumentar muchísimo la sensibilidad, y con ella quizá volvemos a ver “cosas” que veíamos de pequeños y luego dejamos de ver (pero siguieron ahí). Y probablemente esas “cosas feas” que ven (extraterrestres incluidos), no son mas que demonios.
El Dr. Adler, miembro honorífico del colegio de dentistas de Cataluña (España), en su libro (2,7 Mb) dedica un capítulo (el IX) a narrar cómo quitando dientes "matados el nervio" se curaban enfermos psiquiátricos. Los dientes endodonciados, restos de raíces, implantes,... pueden provocarnos cualquier tipo de enfermedad porque nos drenan mucha energía.
Algunos dicen que todos nos topamos con 4 enemigos (dificultades en la vida) por este orden: el miedo, la claridad, el poder, la vejez.
Es lo primero que nos encontramos al aprender, pues aprender es
descubrir algo diferente, inesperado.
Hay miedos pequeñitos y
hay “el gran miedo”: descubrir qué hay dentro de nosotros.
Normalmente cuando la gente se topa con él sale corriendo y no quiere nunca más intentar aprender nada (no sea que se lo vuelva a encontrar).
A los un poco valientes nos llegan los primeros rayos de luz. La tentación es que nuestro orgullo nos haga creer que, por ese birrioso primer rayo, somos más listos que los demás. Esto nos impide seguir aprendiendo (¿para qué, si ya somos los más listos?).
Hemos visto que ver las cosas no es suficiente para conseguir lo que queremos, y para conseguirlo vendemos nuestro alma al diablo (los hay que la venden por mucho dinero o poder y los hay que la venden por un miserable salario).
Los un poco valientes que sabemos lo poco que sabemos y que no nos vendemos por dinero, sólo nos queda luchar contra este enemigo. Finalmente siempre gana él, pero podemos conseguir que tarde mucho.
Obraba Dios por mano de Pablo milagros extraordinarios, de suerte que hasta los pañuelos y delantales que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían desaparecer de ellos las enfermedades y salir a los espíritus malignos. Hasta algunos exorcistas judíos ambulantes llegaron a invocar sobre los que tenían espíritus malignos el nombre del Señor Jesús, diciendo: Os conjuro por Jesús, a quien Pablo predica. Eran los que esto hacían siete hijos de Esceva, judío de familia pontifical; pero respondiendo el espíritu maligno, les dijo: Conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois? Y arrojándose sobre ellos aquel en quien estaba el espíritu maligno, se apoderó de los dos y los sujetó, de modo que desnudos y heridos tuvieron que huir de aquella casa. (Hechos, 19:11)
(Hablamos ahora sólo de terapias psicológicas, el daño de algunos tratamientos médicos está explicado en otros artículos)
Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, discurre por lugares áridos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces se dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y va y la encuentra vacía, barrida y compuesta. Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando, habitan allí, viniendo a ser las postrimerías de aquel hombre peores que sus principios. (Mt. 12,43)
Nuestros pecados nos hacen creer que nuestros abuelos eran tontos porque creían en Dios. Estamos rodeados de mentira pero muy especialmente en el tema de la religión, porque es el más importante, porque es la única que es de Dios. Ver el artículo: La religión y sus sucedáneos.
Benditas monjas que sufren persecución en España (junio 2024) por seguir a Dios. |
En España se puede comprar agua de mar en casi cualquier dietética (por ejemplo, esta), en farmacias (más cara), y en algunos supermercados como éste. O en esta panadería ecológica que hace el pan con agua de mar y también la vende. |
Rezar el Rosario (mejor en latín) es el último y único recurso que nos queda.
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